Resulta imperioso
abordar los hechos suscitados el día 19 de Julio del presente año, pues existió
una amplia expectativa de algunos sectores del país, cuyos intereses –
manifiestan - son contrapuestos por el régimen de turno encabezado por la
señora Dina Boluarte. En esencia, conglomerados de organizaciones ligados al ex
dictador Pedro Castillo y que – en su momento – mostrábanse lisonjeros con la
totalidad de la fórmula presidencial que conformaba quien hoy denominan
asesina. Hecho curioso que delata una amalgama de posibilidades en las que se
encuentran basadas sus desavenencias.
Cabe resaltar
que, en este pelotón se encontraron diversas categorías que debemos distinguir.
La más nociva es la que se encuentra encabezada por el Partido Comunista del
Perú, quienes buscan tozudamente la implementación de una asamblea
constituyente que derive en un cambio drástico de constitución, a fin de
implementar un nuevo sistema político, social y económico. Evidentemente, estos
sujetos se encuentran direccionados hacia el mismo sendero que abrazaron
elementos terroristas en la década de los ochenta y noventa.
Por otra parte,
los llamados caviares de la política nacional, participaron como promotores de
la marcha; sin embargo, el eco de sus voces tuvo exiguos resultados positivos.
Este es el caso de Rosa María Palacios, Verónika Mendoza y Sigrid Bazán,
quienes desde sus privilegios buscan reimplantar el régimen Castillista, continuación
del régimen de Vizcarra y Sagasti; caracterizados por las consultorías
desmedidas que servían para engrosar bolsillos y copar el estado. A pesar de
repetir – frenéticamente – la supuesta defensa de la que se autodenominan
abanderados, los antecedentes muestran lo contrario.
Los seguidores de
Antauro Humala también se presentaron en grueso número a la marcha, pese a su
descalificada imagen ante el pueblo peruano. Los etnocaceristas basan sus
principios en patrones netamente racistas y ello limita la capacidad de adeptos
que puedan plegarse a sus filas. Partiendo desde este punto, resulta previsible
que se muestren en contra de toda manifestación relacionada al sistema
republicano y la economía liberal.
Como era de
esperarse, la marcha constituyó un fracaso mayúsculo, principalmente por la
calidad política de aquellos que la impulsaron y porque el fondo y la forma en
que pretendieron buscar variaciones resultan inviables. Incluso, el asidero
legal, no existe en gran parte de sus demandas, por lo que el país, velando por
una democracia que aún se conserva, a pesar de haber sido golpeada en
reiteradas ocasiones, lo desechó. Estas fueron las razones por las que la
tercera toma de lima no trascendió en los peruanos y significó una dura derrota
para la mencionada oposición.
Sería imposible,
en este punto, defender al gobierno encabezado por Boluarte, pues ha tenido un
mediocre desempeño al abordar los temas que preocupan a la población, como es
el sector salud, vivienda, entre otros. Su accionar resulta insuficiente y el
hermetismo en el que se ha envuelto no le permite más que una impertérrita
apreciación de la realidad peruana. En resumidas cuentas, ha abandonado el
enfoque social que debió servir como punto de inflexión y rotura con el
gobierno de Pedro Castillo. Hemos sido testigos de una continuidad alarmante
que pone en tela de su juicio la capacidad de la mandataria. No obstante, ello
no puede servir para que elementos ajenos a la democracia y el estado derecho
pretendan implantar medidas extremistas. Resulta menester encontrar una nueva
ruta de acción y una agenda social enfocada en los menos favorecidos.
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