La
glorificación que se ha hecho a Harvey Colchado y a la Diviac tiene relación
directa con la crisis de seguridad que padecemos actualmente. Me explico. Se
puede esgrimir que la actual coyuntura de violencia es producto del desvío de
la atención de una de las divisiones policiales con mayores recursos como es la
Diviac a temas subalternos.
La Diviac,
desde su formación por Carlos Basombrío en el gobierno de PPK, tuvo como misión
crear megaoperativos que dieran la impresión de que se estaba trabajando
eficazmente. Es por presión de este ministro que se asciende de cargo - irregularmente
- a Colchado, tema que lamentablemente no llama la atención al público, a menos
que sean militares o policías que sí valoran ese tipo de asuntos.
Basombrío,
en 2016, asume el cargo de ministro del Interior, con la difícil tarea de hacer
olvidar a Daniel Urresti, un militar en retiro que se hizo popular en medios
por ser dicharachero y por su aparente preocupación contra la minería ilegal en
la selva. Urresti no combatía la delincuencia, sino que hacía un espectáculo de
su función. Recordemos que la decadencia de la seguridad empieza con Humala,
que prefirió a un bufón como el mencionado sujeto, siendo el encargado del Ministerio
del Interior debido a que distraía a la población. Ante esta situación,
Basombrío apadrina a Colchado para hacer megaoperativos que no concluían en
nada. Además, aseguraba la existencia de un escuadrón de la muerte durante el
gobierno de Humala. Cierto o falso, nunca lo llegó a probar, pero desmoralizó enormemente
a la Policía Nacional del Perú.
Revisando
los casos que investiga la Diviac uno se percata que más allá de detenciones
aparatosas, no prospera en condenas. Además, su trabajo es poco profesional. Un
doloroso ejemplo es el de la frustrada detención del presidente Alan García. En
lugar de esperar ese 17 de abril que el ex mandatario se dirija a una audiencia
programada para detenerlo, se realizó un chapucero operativo en su casa. Tanto
así que no había ni una ambulancia en previsión de lo que pudiera ocurrir.
Lo que
tenemos en la actualidad es un policía, endiosado por un espectro ideológico,
que juega a la política. Mientras su división se dedica a participar en una
versión de Juego de Tronos en la Fiscalía de la Nación, el hampa se vuelve más
avezada. No olvidar que la creación de la Diviac coincide con la política de
puertas abiertas de PPK con la migración venezolana. Mientras honrados hermanos
de este país latinoamericano llegaban, también se colaban las bandas de dicho
país. ¿Qué hacía la Diviac y Colchado? Hacer escuchas a los opositores,
producir shows con delincuentes de poca monta y poca cosa más. Cabe recordar
que la carrera de Colchado se inició de la mano de Huamán Azcurra, mano derecha
de Vladimiro Montesinos, y cuya especialidad era el chuponeo. Asimismo, se
desmantelaron las demás divisiones de sus mejores hombres por los incentivos
que daba trabajar con Colchado.
Por otra
parte, uno se da cuenta del escaso nivel de preparación de Colchado cuando se
lee su tesis de maestría, donde en lugar de libros de estudiosos académicos, su
bibliografía está plagada de artículos de Gustavo Gorriti. Lo peor es que en
esta tesis propone la prisión preventiva como un medio para investigar. No
obstante, privar a un ciudadano de su libertad es el último recurso al que se
debe recurrir, no el primero. Las prisiones preventivas, como las que se les
dieron a varios políticos rivales de sus padrinos, son solo espectáculo que
busca dañar imágenes. En suma, el protagonista es el brazo ejecutante de otros
dos endiosados personajes: los fiscales Vela Barba y José Domingo Pérez. Ellos
han protagonizado aparatosas detenciones que han conducido a ninguna condena. Casi
un reflejo de Colchado como policía.
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