''No
esperen de mis labios reticencias, medias palabras, contemporizaciones, ni
tiros solapados y cobardes: expreso clara y toscamente las ideas. Sin máscara
ni puñal, ataco de frente a los malos hombres públicos''.
Don Manuel
González Prada iniciaba así su célebre conferencia en agosto de 1898,
constituyendo la máxima representación de consecuencia política de la época. En
él, el revolucionario efectuó una radiografía circunscrita al profano accionar
de los partidos y sus caudillos. Asimismo, evidenció la necesidad de señalar a
aquellos bribones que ejercen el dominio, valiéndose de la demagogia y el
compadrazgo, a fin de advertir a la ciudadanía y evitar catástrofes mayúsculas.
En razón de lo antes expuesto, resulta menester relacionar el contexto de ayer
con el contexto de hoy y hacer énfasis, principalmente, en el gobierno de turno
presidido por el Sr. Pedro Castillo Terrones.
Evidentemente,
la brecha que separa al Sr. Castillo de un mandatario capaz es irrisible. No es
- siquiera - un líder de sí mismo y sus continuos desvaríos lo sumen en un
profundo océano errático del que es imposible escapar. El rótulo de ''profesor
campesino'' que erigió en su campaña y representó bajo el uso frenético de un
sombrero y un lápiz no desapareció. No desapareció, porque - simplemente -
nunca existió. La imagen proyectada solo fue un ardid para que sectores
populares y desvalidos se identifiquen con su figura.
El
verdadero rostro de Pedro Castillo es el de aquel que permite que individuos
relacionados con Sendero Luminoso se inmiscuyan en asuntos de gobierno. Pedro
Castillo es quien se reúne - clandestinamente - con proveedores del Estado a
fin de perpetrar oscuros negociados en una casa de Breña. Castillo es el que
introduce su palma en las Fuerzas Armadas y desplaza sus fichas a conveniencia
propia. Él es, también, quien transfiere poder y respalda a su secretario para
recibir y ocultar veinte mil dólares en palacio de gobierno.
No son
pocos, pues, los motivos por los que el mandatario ha sido cuestionado y
condenado por el pueblo peruano. En múltiples ocasiones ha seguido un patrón de
comportamiento que lo convierte clara e irremediablemente en una persona
incapaz moralmente para dirigir los destinos de la patria.
Por lo
tanto, el presidente debe ser vacado de inmediato; la vacancia debe
concretarse. Este es el único camino que evitará el colapso total del sistema
político en el país y cuyas consecuencias serían irreversibles en el mediano y
largo plazo. La responsabilidad recaerá, en los próximos días, en el Parlamento
de la República que no tendrá opción de vacilar ante tamaña emergencia, pues la
situación que atravesamos no admite reticencias, ni contemporizaciones, como
diría el gran Don Manuel.
DEJA UN COMENTARIO
Comentarios