09/26/2024
EL APRA Y LA RENOVACIÓN
Daniel Rivera Canseco Daniel Rivera Canseco

El mes de mayo trajo consigo una fecha decisiva en la política y la historia peruana y americana. Me refiero a la conmemoración de los cien años del APRA continental, movimiento clave en el desarrollo de múltiples aristas de nuestra sociedad. Específicamente, un siete de mayo de 1924, el joven Víctor Raúl Haya de la Torre enarboló la bandera indoamericana en el país de México; escenario en el que años anteriores habíase iniciado la famosa revolución contra el dictador Porfirio Díaz.

Ciertamente, la influencia del APRA, que fue plasmada a través del Partido Aprista Peruano en nuestro país, sentó las bases para el inicio de la participación de representantes del pueblo en los procesos electorales. Este novedoso hecho fue cruentamente reprimido por aquellas personalidades que - en otrora - dominaron los destinos del Perú. Ello se vio reflejado en el accionar de los poderes de turno que, a lo largo de los años, efectuaron persecuciones, vetos y asesinatos a mansalva.

Tras los hechos acontecidos, resultó evidente el rechazo unánime al posible quiebre del statu quo que propugnaba el APRA. Haya de la Torre había construido un movimiento que se enmarcaba en los parámetros de la realidad de América Latina, a nivel ideológico y doctrinario. Forjó un instrumento que superó los preceptos del clásico marxismo y estableció un mecanismo de enlace entre el representante y el representado. Esto, definitivamente, cobró real relevancia en las elecciones de 1931, cuando Víctor Raúl postuló a la presidencia con 36 años de edad.

Años posteriores, en las elecciones de 1985, el APRA volvió a encabezar la vanguardia de la política peruana, presentando como candidato a un joven Alan García Pérez, quien se erigía como el representante de la renovación partidaria. Evidentemente, el nuevo rostro y la descollante personalidad de Alan, de 35 años de edad, generaron un efecto positivo en la población, quien confió dos veces en otorgarle la más alta magistratura del país. Y es que Alan García comprendió y utilizó la tecnología en beneficio de la ciudadanía, razón por la cual concretó uno de los mejores gobiernos de la historia republicana, en su segundo periodo.

Vemos, a través de este sucinto recuento, la permanente convicción del APRA por renovarse en ideas y en personas, pues debe existir un complemento entre ellas. Y eso es, precisamente, lo que la población exige en la actualidad: hombres y mujeres que manifiesten un real cambio en la forma y el fondo de hacer política. Equivocado sería interpretar que aquellas personalidades que, en su momento, representaron al partido de la estrella, pueden calar - nuevamente - en la conciencia de los electores, especialmente en los que por vez primera acudirán a las urnas. El efecto sería notablemente adverso.

Por otra parte, el APRA necesita exhibir una agenda social que recopile un conjunto de demandas de diversos sectores de la población. Requiere, por lo tanto, impulsar conversatorios en el que el intercambio de ideas sea constante. Una muestra clara de ello lo vemos en las actividades que realiza, sistemáticamente, Enrique Valderrama; nuevo rostro y líder emergente que reafirma, en cada una de sus intervenciones, el compromiso de contribuir con la obra de Haya de la Torre.

En suma, resulta imperativo que los apristas aúnen fuerzas para enfrentar el panorama venidero con soluciones efectivas, pues el desasosiego actual es claro resultado de la inacción de políticos que, olvidando sus obligaciones con la población, utilizan el cargo para beneficio propio. El APRA, en consecuencia, debe volver a constituirse como agente de cambio, estandarte de esperanza y propulsor de una real y concreta renovación para todos los peruanos.


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