Han pasado cien días
desde que proclamaron Gobernador Regional del primer puerto a Ciro Castillo
Rojo. Recordemos que buscando diferenciarse de la hegemonía electoral chalaca,
izó el estandarte de una pseudo transparencia y renovación, por lo que el
grueso de la población, añadiendo a ello el argumento de un balance de poderes
etéreo, lo eligió gobernador. A pesar que el discurso primigenio del susodicho
se tiñó con un color confrontacional, llegado el momento de la asunción reculó
y admitió una posible cooperación con los alcaldes electos, cuyas líneas partidarias
distaban de la suya. No está por demás señalar que los alcaldes en mención
pertenecen al movimiento político Contigo Callao que encumbró a Pedro Spadaro a
la Alcaldía Provincial. Situación curiosa que abre un abanico de posibilidades
dentro del plano político y moral.
Dentro de las primeras
decisiones cruciales que un gobernador debe afrontar se encuentra la que
determina la composición del personal que lo rodea. Es por ello que sorprende
la designación de una persona, cuyos estudios superiores se encuentran
inconclusos, a una oficina administrativa con sueldos de cinco cifras. No obstante,
no es el único personaje cuestionado en la región, pues quien fungió, hasta
hace algunos días, como su jefe de resguardo es un ex policía dado de baja por
ser acusado de violar a dos mujeres en el año 1990. Por si fuera poco, además
de estos desaciertos, es preciso mencionar que existe un cierto grupo de ex
partidarios del movimiento Más Callao, liderados por el otrora candidato Paul
García, que acusan a Ciro Castillo de haber negado a quienes trabajaron para
conseguir su victoria en la región. Es decir, existe concordancia entre el
olvido y la preferencia del gobernador.
Por otra parte, algunas
de las llamadas ‘megaobras’ han esperado poco más de tres meses para ser
aperturadas, a pesar de haber sido concluidas con anterioridad. Esta es la realidad
del tramo Callao de la Costa Verde, cuya vista ha sido nublada por una excesiva
cantidad de desmonte que contrasta con la exigua vegetación y la nula
iluminación en el lugar. Y eso no es todo, pues en el plano de la salud las
condiciones de atención y de mantenimiento en los hospitales chalacos como el
Daniel Alcides Carrión o el San José son paupérrimas y estas se desarrollan
ante la mirada impertérrita del gobernador. Además, la inseguridad ciudadana
galopa en demasía y resultan infructuosas las medidas paliativas con que el
gobierno regional busca enfrentar este problema. Sin duda, las acciones
correctivas a corto plazo surgen efecto, pero este es efímero si no se aborda
la causa raíz ubicada en el abandono de ciertos sectores desvalidos de atención
prioritaria. Esto último engrana con el hecho de promover y potenciar asociaciones
culturales y deportivas que han sido relegadas hasta la fecha, tales como la
Orquesta Infanto-Juvenil Sinfónica del Callao o los ya conocidos ‘’Chalaco
Runners’’, entre otros.
Como colofón del presente
texto, podemos aseverar que el balance es negativo; sin embargo, sirve como
punto de inflexión, pues es la oportunidad idónea para que el gobernador
fortalezca lazos con los demás movimientos políticos y autoridades del primer
puerto, así como con la sociedad civil chalaca en general. De no hacer ello, la
ruta de Ciro Castillo se desviaría en una confrontación sin tregua que
ocasionaría una inobjetable moción de vacancia en su contra. En suma, el
destino del gobernador se encuentra bifurcado y depende de él elegir la mejor
opción en pro del Callao.
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